XI

 

 -LA CIUDAD EN LA QUE NADIE ERA FORASTERO-

 Lo siento, pero yo no quiero ser emperador, ése no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible: Judíos y gentiles, blancos o negros.

Tenemos que ayudarnos unos a otros. Los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. La buena Tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. 

El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio. Nos ha empujado hacia la miseria y las matanzas.

Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. 

Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta. Se perderá todo.

Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana. Exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños. Víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes.

A los que puedan oírme, les digo: ¡no desesperéis!. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará. Y caerán los dictadores. Y el poder que le quitaron al pueblo, se le reintegrará al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá. 

¡Soldados, no os rindáis a esos hombres! que en realidad os desprecian, os esclavizan; reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, qué pensar y qué sentir. Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como a carne de cañón. No os entreguéis a esos individuos inhumanos, hombres máquinas, con cerebros y corazones de máquinas. Vosotros no sois máquinas; no sois ganado. Sois hombres. Lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman, odian. Los que no aman y los inhumanos.

¡Soldados, no luchéis por la esclavitud, sino por la libertad! En el capítulo XVII de San Lucas se lee: "El reino de Dios está dentro del hombre". No de un hombre ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres. ¡En vosotros!

Vosotros, el pueblo, tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad. Vosotros, el pueblo, tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa. ¡De convertirla en una maravillosa aventura". En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres trabajo y dé a la juventud un futuro, y a la vejez, seguridad.

Con la promesa de esas cosas, las fieras alcanzaron el poder. lPero mintieron!. ¡No han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán!. Los dictadores son libres, sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido. Todos a luchar para libertar al mundo. Para derribar barreras nacionales. Para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. 

Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, donde el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad. 

¡Soldados, en nombre de la DEMOCRACIA, debemos unirnos todos!

Alba, ¿puedes oírme? Dónde quiera que estés, mira a lo alto Alba. Las nubes se alejan, el sol está apareciendo. Vamos saliendo de las tinieblas hacia la luz. Caminamos hacia un mundo nuevo. Un mundo de bondad en el que los hombres se elevarán por encima del odio, de la ambición, de la brutalidad. ¡Mira a lo alto Alba!. Al alma del hombre le han sido dadas alas y al fin está empezando a volar. Está volando hacia el arco iris. Hacia la luz de la esperanza. ¡Hacia el futuro! Un glorioso futuro, que te pertenece a ti, a mí, a todos. ¡Mira a lo alto Alba!

 


 
-A CIDADE CON "OUTRO ESTILO"- 

 
 

De un tiempo a esta parte todos los caminos de A Coruña conducen a Inditex. ¿Por qué abren bares tan modernos sin parar? ¿Por qué las inmobiliarias colocan alquileres en los pisos del centro de manera instantánea? ¿Por qué hay hoteles que en invierno mantienen una buena ocupación? ¿Por qué por la calle se oye a tanta gente hablando en inglés? ¿Por qué hay empresas coruñesas vinculadas al llamado contract facturando millones de euros? ¿Por qué la gente viste como viste? Las preguntas se pueden alargar hasta el infinito. La respuesta es siempre la misma: "Eso es por Inditex".

Sí, el gigante de la moda ha mutado totalmente la ciudad. "A Coruña es más moderna y más abierta. Se ha quitado el aire provinciano que podía tener", sostiene el economista Venancio Salcines. "Existe un capital humano tan importante liado a esa empresa que genera un cambio en el modelo de vida", señala Félix Blánquez, director del departamento de Empresa da Facultade de Economía de la UDC. "La transformación de una zona como la plaza de Lugo, por ejemplo, es brutal, generando una cultura expresiva con mucha fuerza", apunta Ana Martínez, profesora titular de la UDC y experta en Zara.

La empresa no facilita información segmentada de sus empleados en A Coruña y Arteixo, correa de transmisión de todos estos cambios. Se estima que en esa área trabajan en la firma unas 6.000 personas. De ellas, alrededor de 2.300 lo hacen en la central de Sabón. Sus salarios son muy superiores a la media. Resulta complicado establecer una media, al tratarse de relaciones muy individualizadas. Pero fácilmente se pueden encontrar sueldos por encima de los 3.000 euros. En muchos casos, superándolos ampliamente. 

"En el grupo se ha generado un perfil de vanguardia que crea tendencias que se siguen en la ciudad".

Además, en la firma se busca un trabajador cualificado, que domina el inglés y sin problemas de movilidad. Es decir, se atrae a gente de mundo. "Se crea así un perfil de vanguardia que crea tendencias", explica Venancio Salcines. "Esa plantilla acaba viviendo aquí y relacionándose con la ciudad, demandando una serie de servicios que, poco a poco, se van ofertando", añade Félix Blánquez. Se trata de unos servicios anexos a un alto poder adquisitivo o experiencias reservadas antes a las grandes ciudades.

Una revolución en la hostelería

El ejemplo más evidente se encuentra en la hostelería. "ellos son los principales responsables de lo que ocurre", sostiene el profesor de la UDC. Cuando pinchó la burbuja inmobiliaria, en el 2008, se empezó a manifestar el cambio. Muchos parados optaron por los bares como sector refugio. La plantilla de Inditex, en aumento y ajena a los efectos de la crisis, se convirtió en objeto de deseo. ¿El resultado? Un bum de locales cuyo diseño se inspiraba en lo que se podía ver en las ciudades internacionales. Los que supuestamente gustaban a esa gente de mundo.

"Eso es toda una revolución en A Coruña que parte de esa exigencia vinculada a Inditex", piensa Salcines. "¿Alguien se podía imaginar hace diez años la Franja y la Estrella así?", se pregunta el experto en moda Chema Paz Gago, autor de el octavo arte: la moda en la sociedad contemporánea. "Toda esa sofisticación responde a la existencia de un nuevo grupo social en la ciudad", responde. 

Al margen de ello, existe una economía más oculta pero de una importancia mucho mayor. Salcines habla del sector contract y asegura que A Coruña es un líder mundial en ese terreno. Cita casos de empresas como Caamaño, Incoga o Aluman, vinculadas al equipamiento de tiendas del grupo en todo el mundo y con cientos de empleados. "Son empresas algo ocultas en la ciudad, pero muy visibles por ejemplo para los fondos de inversión internacionales". Pero además, la actividad de Inditex genera una cadena interminable de conexiones. 

En Juan Flórez, por ejemplo, se pueden ver todas las mañanas a personas de todas las nacionalidades del mundo en el Hotel Hesperia. Esperan el bus de la empresa que los lleva a Sabón. En Alvedro, chóferes privados recogen a visitantes con el mismo destino. Son dos ejemplos de las decenas que se pueden encontrar.

 

Otra forma de estar en la calle

En A Coruña, una ciudad con fama de buen vestir, las propuestas de Inditex encajaron a la perfección. En los últimos años el efecto resulta asombroso. "Llegas a Alvedro, vas al centro y ves una cultura expresiva importantísima totalmente ligada a esa empresa", apunta Ana Martínez. "La gente está muy orgullosa, le ha dado una gran identidad a la ciudad", añade. En ese sentido la consultora y profesora de comunicación Olga Casal señala un punto concreto: "En la plaza de Lugo se concentra lo cool, la gente que tiene ese rasgo se manifiesta ahí". Gabardinas sobre los hombros. Bicicletas retro. Pantalones de chándal con zapatos de vestir. Gafas setenteras. Y, sobre todo, mucha actitud.

Al respecto, la periodista de moda responsable del blog Donkeycool Patricia García lo ve claro: "En los chicos el cambio es radical. Hace diez años ibas a Londres y veías una diferencia abismal en su modo de vestir. Ahora ya no. Hay más ganas de usar propuestas arriesgadas. Hoy he visto a una chica con unos zapatos de pelo. Antes eso no ocurría". ¿Por qué? La respuesta no puede ser otra: "Por Inditex"/ Extracto noticia de La Voz de Galicia/ Firma: Javier Becerra [25/09/2017]

 

-LA REALIDAD DE "LAS ACTITUDES"-

 

Voy a hablarles de la ciudad CACIQUIL, SERVIL, MALEDICENTE E INSOLIDARIA  en la que se ha convertido la ciudad en la que nací. Voy a hablarles de La Coruña. Sí, de A Coruña, que es así como hoy en día se llama. 

Una ciudad pueblerina o "pailana", tal y como se dice por esas tierras coruñesas y tal como me reconocía hoy mismo un coruñés de "los de antes" que hablaba con nostalgia de tiempos pasados y con rabia y tristeza de los actuales. 

¡Pero tranquilícense! ¡No se alboroten! No voy a comenzar de este tenor con la finalidad de encrespar a quién o quiénes pudiesen estar leyendo esto. ¡No! ¡Mi intención es otra!

Les voy a poner al corriente, bajo mi humilde opinión y consejo, de lo que creo no deberían hacer si algún día por un motivo u otro se ven en la necesidad de vivir o pasar un largo período de tiempo en esta ciudad. En La Coruña o en A Coruña si lo prefieren. 

Es probable que durante sus primeros días de estancia se encuentren que una gran parte de personas con las que con seguridad van a coíncidir en algún tipo de espacio, sea éste, laboral, vecinal o social, se acerquen a ustedes con el aparente propósito de compartir "inocentemente" su existencia, sus necesidades o sencillamente sus anhelos o "sueños". Sí, con el aparente deseo de "ayudar".

Independientemente de que la curiosidad es una característica humana que considero no tiene patria ni bandera y que creo es común a todas las sociedades, las particularidades de nuestro país en cuanto a su historia, geografía, lengua e imagino también, a todo lo referido a su singular y específico desarrollo humano, económico, social y cultural, hace que la caracterología que acompaña a sus habitantes difiera "un algo" de un lugar a otro de la península Ibérica. Lo cual puede ser "conveniente" en unos casos, o especialmente "peligroso" en otros.

Este punto no ha pasado desapercibido a la observación de determinadas mentes creativas, y llamémoslas "preclaras", que a lo largo de la historia de nuestro país han ido dejando constancia de estos hechos diferenciadores en algunas de sus creaciones.

Considero conveniente en este momento que comencemos  a documentarnos. ¿Les parece bien?.

Me vienen a la memoria en este preciso instante las diferencias que el poeta Miguel Hernández encuentra en las gentes de España y que deja plasmadas en su poema "Vientos del pueblo" con unas pinceladas poéticas muy ilustrativas. El fragmento del poema que sirve de lienzo para presentar estas diferencias dice de esta forma.

 -Vientos del pueblo-

 Asturianos de braveza/ vascos de piedra blindada/ valencianos de alegría/ y castellanos de alma/ labrados como la tierra/ y airosos como las alas/ andaluces de relámpagos/ nacidos entre guitarras/ y forjados en los yunques/ torrenciales de las lágrimas/ extremeños de centeno/ gallegos de lluvia y calma/ catalanes de firmeza/ aragoneses de casta/ murcianos de dinamita/ frutalmente propagada/ leoneses, navarros, dueños/ del hambre el sudor y el hacha/ reyes de la minería/ señores de la labranza/ hombres que entre las raíces/ como raíces gallardas/ vais de la vida a la muerte/ vais de la nada a la nada/ yugos os quieren poner/ gentes de la hierba mala/ yugos que habéis de dejar/ rotos sobre sus espaldas. 

Y cómo son las cosas que, rememorando datos sobre las distintas tipologías y caracterologías que se pueden encontrar en esta España diversa, recupero de igual forma, un fragmento de "La ruta", de Arturo Barea. Éste se encuentra en el segundo libro de una trilogía suya llamada "La forja de un rebelde" donde el autor nos retrata de la siguiente manera las actitudes y las presencias con las que enfrentan el destino los hombres de esta piel de toro, según sea su lugar de procedencia u origen.

-La forja de un rebelde: La ruta-


Recibí mi lección sobre las diferentes razas que pueblan España manejando los "cargamentos" de reclutas que nos llegaban cada año. 

Era la época más atareada de nuestra oficina. Primero, recibíamos una lista de los reclutas que habían sido destinados a la Comandancia de Ingenieros de Ceuta de cada uno de los centros de reclutamiento de España. Después, comenzaban a llegar los barcos cargados con lo que en el lenguaje de cuartel llamábamos "los borregos". Los reclutas venían en grupos de quinientos a mil, conducidos por un sargento y varios cabos de la región militar de procedencia. En cuanto llegaban al puerto, los sargentos de las diversas unidades en la plaza los separaban y los recogían con arreglo a su destino futuro. 

Atracaba el barco, se fijaba la pasarela y comenzaban a desembarcar. La mayoría de ellos, campesinos y jornaleros de toda España. Llegaban los andaluces con sus chaquetillas cortas de dril blanco o caqui, a menudo en mangas de camisa, los pantalones sujetos con un trozo de cuerda o una soga. Solían ser delgados y erectos, morenos, flacos, con tipo agitanado, los ojos negros abiertos en una mezcla de aprensión y curiosidad, charloteando rapidísimos en un chorro de obscenidades.

Llegaban los hombres de las mesetas de Castilla y de las altas sierras, taciturnos, pequeños de estatura, huesudos, requemados de sol, aire, escarchas y nieves, con sus pantalones de pana negra, atados con una cuerda en la boca sobre los calzoncillos de punto largos y espesos, que a su vez estaban atados con cintas colgantes sobre gruesos calcetines azules y rojos de confección casera. De vez en cuando, toda la alineación se deshacía: a uno de los reclutas se le habían desatado las cintas de los calzoncillos. 

Vascos, gallegos y asturianos solían llegar mezclados en el mismo barco -un transatlántico ya catarroso de vejez-, y el contraste entre estos tres grupos era fascinante. Los recios y altos vascos, enfundados en sus blusas azules, y con la inevitable boina colgada de sus cabezas diminutas, eran serios y silenciosos; cuando a veces hablaban en su lengua ininteligible, lo lucían con palabras reposadas y firmes. Se sentía la fuerza de su individualidad y de su ancestral cultura. Los gallegos solían ser procedentes de las aldeas más miserables de la región; la mayoría estaban increíblemente sucios, pringosos; frecuentemente descalzos. Hacían frente a la nueva catástrofe que había caído sobre ellos, y que consideraban peor que la miseria de sus hogares, con una resignación de bueyes cansinos. Los asturianos de la montaña eran fuertes y ágiles, con un apetito insaciable, ruidosos y alegres, burlones infatigables de la resignación de los gallegos, tanto como de la gravedad de los vascos. 

De las provincias del Mediterráneo llegaban también viejos transatlánticos de panza negra, repletos de reclutas de Cataluña, Aragón, Valencia y Alicante. Los reclutas de las montañas de Aragón y Cataluña se diferenciaban en el lenguaje, pero en lo demás eran semejantes: primitivos y rudos, casi salvajes. Los catalanes de la costa, en contacto con la civilización mediterránea, eran completamente distintos de sus propios conciudadanos de la montaña. Las gentes de Levante, con sus blusas negras y sus alpargatas de cintas trenzadas sobre los tobillos, saludables de aspecto, pero linfáticos y un poco fofos, con la promesa ya de una barriga temprana, formaban un grupo aparte. 

Contemplándolos, me parecía a mí que un madrileño era menos extranjero lado a lado de un neoyorquino que lo es un vasco de un gallego, cuyos pueblos no están a cien kilómetros de distancia. 

A lo largo de este desfilar de reclutas, los sargentos comenzábamos a gritar nuestros regimientos:

¡Regimiento de Ceuta! ¡Regimiento de África! ¡Cazadores! ¡Intendencia! ¡Ingenieros...!

Algunos de los recién llegados comprendían inmediatamente la significación de los gritos y se alineaban por sí mismos en una doble fila al lado de su sargento. Pero la mayoría estaba en una confusión terrible, después del largo viaje a través de ciudades desconocidas, después de su primera travesía marítima, revueltos por el mareo, con el miedo del ejército metido en sus huesos. Iban de acá para allá, desconcertados en su desamparo; había que cazarlos uno a uno como borregos asustados, sacudirlos del brazo.

Y para terminar añadiré también la impresión y el juicio de valor que don Santiago Casares Quiroga realiza delante de su mujer Gloria Pérez y su hija Maria Casarès cuando viven entre lisonjas y halagos de sus conciudadanos coruñeses. Es Maria Casarès quien recoge en su libro "Residente privilegiada" lo que su padre les confiesa a las dos, presagiando un odio irracional que va a surgir hacia él y hacia su familia pocos meses después. Odio que se extiende más allá del razonable que pudiese suscitar un hombre como don Santiago Casares debido a sus responsabilidades políticas y que se hace extensivo tanto a su mujer como a sus dos hijas, Maria Casarès y Esther Casares. Odio y abuso que llega incluso a sus descendientes haciéndoles pagar por tanto a la familia al completo un alto precio por una culpabilidad por mí ni admitida ni entendida salvo en un contexto de intolerancia social total.

 La Coruña, antes del 18 de julio de 1936

 

[Résidente privilégée-Maria Casarès]

Et tout d'un coup, un après-midi, La Corogne déversa sur nous sa population entière, charriant avec elle tout ce que les autres provinces galiciennes avaient pu lui envoyer pour grossir le flot. La foule envahissait les étages, bouchait l'escalier et quand ma mère rayonnante de gravité, de joie et de peur me prit contre elle auprès de la fenêtre pour me protéger, je vis à travers la vitre la rue et une masse compacte qui l'occupait toute, à perte de vue, jusqu'à  la gare, trop lointaine et invisible.

Bientôt dans les cris qui s'approchaient j'ai pu apercevoir une mince silhouette que des hommes portaient en triomphe, sur leurs épaules, émergeant d'une marée humaine qui resserrait autour d'elle son étau aux cris de "Viva Casaritos"; et enfin, j'ai reconnu mon père ballotté d'épaules en épaules, réduit à avancer au-dessus de la foule, passant de l'un à l'autre quand ceux qui le portaient ne trouvaient plus de chemin libre pour marcher.

 C'est ainsi qu'il est parvenu jusqu'à la maison, c'est ainsi qu'on l'a hissé tout au long de l'escalier jusqu'au premier étage. Dans la rue on l'appelait, on le réclamait et une fois de plus il a fallu recomposer l'image classique du balcon. Entraînée par la solide poigne de maman effrayée à la seule idée de me lâcher, j'y ai pris place.

Brusquement les cris ont cessé, il y eut un profond silence et des milliers de mouchoirs blancs se sont levés pour saluer mon père. Je me tenais entre lui et ma mère qui pleurait doucement et j'étais assez petite pour ne pas dépasser la balustrade. Entre les barreaux, je contemplais cette mer muette mouvante et blanche; et pour vaincre je ne savais quelle peur, j'essayais de toutes les forces de mon instinct de me mêler à elle, de m'y perdre, de m'y dissoudre, afin de lui échapper, incapable de soutenir le face à face avec ce dragon aux milles visages.

Au-dessus de ma tête, dans le silencie  bercé par les pleurs en sourdine de maman j'ai entendu la voix un peu lasse, sereine et nette de mon père: "Regade-les, Gloria. Je leur donne deux ans pour me jeter des oranges."

[Residente privilegiada-María Casares]

Y de repente, una tarde, La Coruña vertió sobre nosotros su población entera, acarreando con ella todo cuanto las demás provincias gallegas pudieron enviarle para engrosar la oleada. La multitud invadía los pisos, obstruía la escalera y cuando mi madre, radiante de gravedad, de alegría y de temor, me estrechó contra ella junto a la ventana para protegerme, vi a través de los cristales la calle y una masa compacta que la ocupaba por entero, que se perdía de vista hasta la estación, demasiado lejana e invisible.

Muy pronto, en medio de los gritos que se aproximaban pude descubrir una fina silueta que unos hombres llevaban en triunfo, a hombros, emergiendo de una marea humana que le atenazaba a los gritos de "¡Viva Casaritos!"; y al fin, reconocí a mi padre, bamboleándose de hombro en hombro, obligado a avanzar por encima de la muchedumbre, pasando de uno a otro cuando los que le llevaban no encontraban camino libre para andar.

Fue así como llegó hasta casa, fue así como lo izaron a todo lo largo de la escalera hasta el primer piso. En la calle le llamaban, le reclamaban y una vez más tuvimos que interpretar la clásica escena del balcón. Arrastrada por la firme mano de mamá, espantada a la sola idea de soltarme, tomó mi lugar en el escenario.

Bruscamente los gritos cesaron, hubo un profundo silencio y miles de pañuelos blancos se alzaron para saludar a mi padre. De pie entre él y mi madre, que lloraba quedo, era yo lo bastante pequeña para no sobrepasar la balaustrada. Entre los barrotes, contemplaba aquella mar muda movediza y blanca; y para vencer en mí no sé qué miedo, trataba con todas las fuerzas de mi instinto de hundirme en ella, de perderme, de disolverme en ella, a fin de huirla, incapaz de sostener el frente a frente con aquel dragón de mil caras. 

Por encima de mi cabeza, en el silencio arrullado por el llanto en sordina de mamá, oí la voz un poco cansada, serena y clara de mi padre: "Mírales, Gloria. Dentro de dos años me tirarán naranjas".

La hija de Esther Casares, Esther Varela, la nieta de don Santiago Casares Quiroga dice en una entrevista fechada el 14 de abril de 2007:

"No espero que nadie devuelva lo que no se reconoce que hay que devolver", confiesa intentando evitar el verbo robar.

"El trato que teníamos en Coruña era magnífico. Todos nos huían, nadie nos respetaba y nadie nos hablaba".

Éste era el proceder de la "buena ciudadanía" en el contexto social coruñés de la época sufrido por  los "Casaritos" y por muchos otros ciudadanos anónimos. El mismo que yo, Phi, he constatado y constato en la actualidad hacia todo lo que suponga diferencia, innovación, ilustración y defensa de verdaderos principios de libertad, igualdad y fraternidad. Un mismo e igual "modus operandi", miserable e incívico, antisocial y delictivo que antaño, en pleno siglo XXI: "Huídas" de las personas a las que se quiere señalar y marginar. Aislamientos, difamaciones y calumnias sobre ellas. ¡Denuncias falsas! Pequeños atentados morales hacia la honorabilidad e incluso ataques contra el patrimonio de las mismas con la única finalidad de amargar su existencia y lograr que abandonen la ciudad. Un abandono que de producirse se "reconoce" como una victoria sobre el señalado y huído sin mostrar en ningún momento un mínimo atisbo de rubor o vergüenza por parte del o de los intolerantes caciques, tal y como sucedió hace casi un siglo con la familia Casares y otras tantas anónimas.

En resumen, infamias y atropellos múltiples en una ciudad que muestra formas y no fondos, sonrisas cínicas e impostadas en lugar de conductas. ¡Cínismo intolerante y delictivo!. Hipocresía disfrazada de "glamour", modernidad y progresismo con el fin de reivindicarse ante los ojos de la masa y de "una autoridad" que casi nunca está y lo que es peor tampoco se la espera. Una autoridad las más de las veces "cómplice" por su inacción en defensa de los ciudadanos objetos de vulneración de  derechos ya que por lo general resulta más cómodo y "productivo" ponerse del lado de la apariencia.

Atropellos "jamas vistos o detectados" en A Coruña absolutamente por nadie. Inacción policial y judicial ante las denuncias de las víctimas. ¡Silencio! ¡Impunidad!  ¿Pero por qué? ¿Cuál es la razón de esta parálisis o de esta ceguera?

¡El servilismo! ¡El caciquismo! ¡El miedo a ser señalado también! ¡La cobardía en definitiva! La cobardía para no enfrentarse a aquellos que con su actitud quieren instaurar e instauran el silencio en beneficio de la impunidad en la ciudad de doña Emilia Pardo Bazán, la misma que me ha impulsado entre otras personas y figuras de relevancia a realizar este trabajo que está llegando ya a su fin. Doña Emilia, la que en su casa de Marineda nos recibe con los brazos abiertos y con una leyenda que reza de este modo: "¡Queda lo escrito, todo lo demás no queda!".

Con cansancio ya y con ánimo de retornar al párrafo con el que comenzaba esta pequeña exposición documentada sobre la ciudad en la que nací, en el que se hablaba de su aspecto servil, caciquil, maledicente e insolidario, retomo este principio de exposición para sugerir al lector una somera y pausada reflexión de los rasgos conductuales gallegos en general y principalmente de los coruñeses en particular ante la vida y la sociedad y animarlo a que se ponga en situación del contexto social y económico presente que ha beneficiado, y mucho, a una población, la coruñesa, que ha visto crecer su posición económica de forma exponencial pero no tanto su nivel cultural o cívico, olvidándose por este motivo de los auténticos tesoros de la vida: La convivencia pacífica, la salud, y los valores que han construido Europa en torno a un legado cultural que no es ni mucho menos el capitalismo salvaje deseado por las élites y sus secuaces, ni  tampoco el futuro preconizado ni sembrado por  su hijo más preciado, el dinero. Un dinero que ha despertado una codicia sin medida en un pueblo no ilustrado y en todos aquellos que interpretan que vivir es tener y acumular, olvidándose por completo del factor humano.

Las preguntas claves que me asaltan de inmediato son las siguientes: ¿Merece la pena conducir un coche de alta gama si la altura cívica de quién lo maneja no cumple con las mínimas normas de convivencia? ¿Compensa espiritualmente ser "rico y desahogado" si no se comparte el bienestar y la felicidad con los demás? ¿Convive la dignidad humana con el  enriquecimiento o la escalada social a costa del esfuerzo y la valía de los demás?. En definitiva, ¿merece la pena desempeñar un papel de "mamarracho" y "siervo" a lo largo de una vida para obtener un beneficio social o económico? Tal vez yo no tenga algunas respuestas y confieso que tan sólo cuento con una única certeza: El destino de todos nosotros, unos y otros, es el mismo. La elección de posturas personales de cara a la vida es individual y de ella, en conjunto, depende  que entre todos construyamos una sociedad en un sentido u otro. Una sociedad libre o no de ataduras que dejaremos sin remedio en herencia a nuestros hijos. Es la hora de elegir lo que queremos para nuestros hijos. Es también la hora de morir.   

Por tanto y por lo anteriormente expuesto les voy a sugerir se sirvan tomar unos pequeños consejos si algún día tienen ustedes la "fortuna o la desgracia" de vivir en esta bella ciudad. Ante todo quiero que tengan muy presente los "siete pecados capitales" y aconsejarles "por lo bajo" que adopten, por precaución y seguridad, un "perfil muy discreto y de mínimo nivel" si algún día están entre nosotros.

De la envidia poco tengo que decirles, habiéndose asumido por muchos y desde casi siempre que es el pecado capital por excelencia en nuestro país. ¿Qué puedo añadir por tanto en su peculiaridad y vertiente coruñesa? ¡Más bien poco! Tan sólo que ésta, la envidia, puede ocasionarles la ruina aquí.

De la codicia, invitarles a observar el parque automovilístico coruñés, así como el mercado inmobiliario de ventas y alquileres en esta ciudad marinera. Pero sea como fuere, lo interesante es zambullirse en las interioridades de las viviendas. ¡Se van a sorprender!

De la "pretendida lujuria", animarles a pasear por los lugares más demandados de tránsito coruñés con mirada informativa, amplia y crítica.

De la pereza, una única pregunta: ¿son o han sido los "narcos gallegos" gente de trabajo, esfuerzo y sacrificio? Sí,  ¿si son o han sido gente de actitudes y valores?

De la ira, impulsarles a analizar si ésta brota o no desde el instante en que ustedes comiencen de forma libre a cuestionar comportamientos adecuados o no en sus conciudadanos. Les adelanto que la autocrítica no es un ejercicio muy practicado por estos lares y puede dar lugar a conflictos muy graves si no adoptan como propio el código de "dejar hacer lo que quieran".

La soberbia y la gula prefiero que la detecten ustedes si es que se diese por estas tierras. Eso sí, informarles de que el churrasco, la empanada, el raxo, los mejillones y la Estrella de Galicia forman parte del gusto popular medio-bajo de por aquí mientras que las cigalas, nécoras, centollos, zamburiñas y bogavantes acompañados de buenos vinos albariños son patrimonio casi exclusivo de la clase dominante, de pescadores y furtivos. 

Pero con independencia de todo lo dicho les sugiero que guarden un perfecto hermetismo ante "la inocente curiosidad" del coruñés. Son libres de actuar como deseen, pero créanme que si no guardan con escrupulosidad su intimidad laboral, académica, vecinal o social, más pronto que tarde, es probable que padezcan lo que otros muchos han soportado de la parte más miserable del ser humano. Algo que imagino se da en todo el mundo pero de forma particular y exacerbada en las sociedades cerradas y con un desarrollo económico no acorde con el cívico o cultural. En sociedades manipuladas principalmente por caciques y "gentes de formas" pero seres carentes totalmente de contenido.

En ocasiones me pregunto si don Amancio Ortega, un verdadero procer de la industria textil gallega, a quién respeto y admiro, es consciente de que a día de hoy su esfuerzo y trabajo ha servido para vestir de elegancia los cuerpos de esta ciudad y a dotarles también directa o indirectamente de un nivel de vida superior al imaginado pero no ha contribuído absolutamente en nada, a mi entender, a destilar en los mismos "una clase y un saber estar en el mundo" que creo él recordará al igual que yo mismo, se daba en el devenir diario del coruñés humilde, honrado y elegante de antaño. Tal vez no le podamos pedir más a don Amancio aunque yo si me atrevería a solicitarle, dentro del más puro y sano espíritu coruñés,  que hiciese algo -si está en su mano- para corregir esta grave deficiencia.

Es muy doloroso don Amancio observar "desfilar bonitos diseños" en cuerpos y lenguas de "pailanes estrechos, de mente y hechos". ¿Me explico con claridad?

  

AHORA, PASEN...Y VEAN

 


LA CONDUCTA SOCIAL

 

 

- A XESTIÓN DEMOCRÁTICA DOS RECURSOS-

 

- LA CONDUCCIÓN CÍVICA-

 

 
 
 
-LA TOLERANCIA-
   

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Como profesional que he sido es a vosotros los nacidos después del año 2000 y futuros padres y madres de los ciudadanos del siglo XXI a quienes deseo enviar el presente mensaje: Sois vosotros quienes tenéis la responsabilidad de terminar de ahora en adelante con la intolerancia y la hipocresía en la sociedad y en la educación. Sois por tanto los llamados a procurar una verdadera formación para vuestros hijos e hijas si queréis construir una sociedad igualitaria, crítica y libre basada en el conocimiento humano y científico. Deberéis de decidir en los próximos años si es más importante la forma o el fondo, el esfuerzo o la comodidad, la superación personal o la sonrisa hipócrita. De ello dependerá la educación y el único tesoro que os aseguro poseemos: la vida. Permaneced vigilantes de que ningún tipo de discriminación o acoso se materialice en el hecho educativo. Ni por parte del alumnado ni por supuesto tampoco del profesorado. El proceso educativo debe de realizarse en un contexto de libertad, comprensión y amor y no de prohibición, incomprensión o rencor. Os transmito de igual forma un deseo de larga vida. "Phi n´est pas rationnel"