Éste se trasladó a continuar sus estudios a los institutos y centros habilitados para impartir lo que se conoció desde entonces como Educación Secundaria Obligatoria. El antiguo Ciclo Superior de la Enseñanza General Básica con sus dos cursos, séptimo y octavo, desaparecía y la nueva Educación Secundaria Obligatoria se presentaba al mundo con sus Primeros y Segundos de E.S.O.
Los maestros y maestras que ejercían hasta la fecha su docencia en escuelas y colegios repararon entonces en tres cosas. La primera de ellas fue comprobar que su matrícula a partir de aquel instante se reducía considerablemente con la desaparición de dos cursos. La segunda, que los maestros especialistas en disciplinas como las matemáticas, la educación física, la educación musical y otras, se quedaban sin carga horaria de trabajo por lo que era necesario buscar ocupaciones nuevas que complementasen las principales. Se trataba de garantizar así que cada profesor tuviese un horario de veinticinco horas lectivas. La tercera y última que un grupo de maestros que estaban adscritos al Ciclo Superior de E.G.B. podrían ser promocionados bajo una serie de circunstancias académicas, personales e incluso de interés organizativo o colectivo y pasar a engrosar la lista de profesores de Enseñanzas Medias como profesores de E.S.O. con lo que esto suponía en cuanto a la especificidad de su tarea y también de retribución o consideración social, que de todo hubo según creo recordar.
Con el nacimiento de la E.S.O. se puso en marcha una reestructuración del profesorado que fue origen de multitud de conflictos personales y profesionales y que mostró "la condición humana" de algunos docentes en su versión más cainita.
Las luchas de "unos y otros" por situarse en el lugar deseado del escalafón y para el cual decían y creían "tener más derecho" que los demás por antiguedad, estudios o cursos de formación, dieron principio a unos años bastante tensos entre el personal docente.
No todo el profesorado de primaria deseaba ejercer en cursos de E.S.O. contrariamente a lo que se pudiera pensar. Había también otros intereses entre la "clase de los y las maestras" que no implicaban necesariamente un posicionamiento profesional que apuntase hacia arriba. Había otras "puestas de largo" que podían favorecer y mucho a quien o quienes pudiesen optar a ellas y por ende a las personas que las apoyasen. Se trataba de posicionarse bien en el nuevo tablero educativo y luego mover pieza.
Muchos de los compañeros o compañeras "catapultados" en aquel tiempo a la E.S.O. lo fueron utilizando todo tipo de "recursos" debido a "su gran interés en el particular". A día de hoy, yo no puedo asegurar que aquella "supuesta promoción" llegase a ser objetiva en cuanto a méritos docentes de los implicados, más bien la viví como un "apaño de intereses varios". Apaños tales como los personales, los administrativos, los organizativos e incluso políticos y sindicales.
El resto de profesores, los que se quedaban, la mayoría con un horario lectivo insuficiente, debían asumir nuevas responsabilidades educativas hasta completar, de forma digamos "artificial", su horario profesional y lograr un total de veinticinco horas lectivas. Una vez conseguidas no se verían obligados a complementar su trabajo atendiendo a dos centros escolares distintos lo cual supondría para los afectados una cierta e incómoda movilidad. Algo que nadie quería.
Éste era el tiempo en que atender el servicio de biblioteca escolar o comenzar a encargarse del uso de las nuevas tecnologías posibilitaba a parte del profesorado conseguir sus objetivos horarios y afianzar su plaza docente en el centro de destino logrando así una rutina segura y comoda.
Confesaros lectores en este punto, que en esta segunda mitad de la década de los noventa mi "singularidad" se encontraba en un centro escolar de línea dos [dos aulas por nivel] una vez había finalizado la reestructuración educativa. Estaba por tanto encargándome sólo de doce aulas.
Había pasado de la noche a la mañana de tener 24 horas con carga lectiva en Educación Musical y un alumnado hasta dieciseis años, a unas "discretas" 12 horas lectivas con chicos y chicas hasta los doce por lo que se me asignó para poder completar mi horario de trabajo la tarea de poner en orden y en marcha la biblioteca escolar del centro educativo en el que estaba trabajando. Tarea a la que me apliqué durante unos tres años aproximadamente simultaneando mi principal ocupación que era la Educación Musical con la Biblioteconomía y la Organización Escolar de Bibliotecas.
Supongo que debió de ser en parte mi caracter vehemente para con la educación, la razón principal por la que me involucré en cuerpo y alma, en una tarea que no habiendo sido desempeñada por mí hasta el momento, despertaba toda mi curiosidad y me abría también otras expectativas de funcionalidad personal dentro de la profesión. Mi vocación primera que venía de muchos años atrás era la del maestro. Aquél que sabía de todo y no era especialista en nada. Aquél cuya función principal era despertar la curiosidad hacia el conocimiento en general. El maestro que enseñando no cesaría de aprender en toda su vida.
Fue por ello por lo que no tarde mucho en poner "manos a la obra" y traté de conseguir una formación en este ámbito que no poseía. Me inscribí en todos aquellos cursos que versaban sobre biblioteconomía y organización de bibliotecas escolares. En todos, tanto en aquellos organizados por la Consejería de Educación del Principado de Asturias, de quien dependía directamente, como los organizados a nivel central por el Ministerio de Educación.
Al tiempo que ampliaba mi formación en todo lo referente a este ámbito educativo emprendía toda una serie de acciones dentro del centro escolar que derivaron poco más tarde en toma de decisiones colectivas de Claustros tales como las de asignar un espacio permanente a la biblioteca así como un horario de atención por parte del responsable de la misma para de esta forma poder desarrollar dentro de sus límites una serie de actividades didácticas relacionadas con el libro y el mundo de la lectura.
Comenzamos a partir de entonces a recibir visitas de cuenta-cuentos aportados y costeados por las distintas editoriales con las que había entrado en contacto previamente para negociar este particular "a cambio" de la adquisición de nuevos libros de literatura infantil por parte del colegio.
Libros que eran seleccionados previamente dentro de las reuniones de cada ciclo educativo y que se adquirían más tarde para pasar a engrosar el fondo bibliográfico de nuestra escuela y "trabajarlos" cada maestro o maestra con sus alumnos en el aula.
Como trataba por todos los medios de que nuestra biblioteca se convirtiese en un lugar atractivo para alumnos y maestros conseguí de la dirección que se me permitiese decorar aquel espacio asignado y a ello me dispuse junto a un par de alumnos de prácticas que se encontraban en el colegio "tutelados por mí". Por esta razón, y valiéndonos únicamente de nuestra gana y juventud, la pintamos, la decoramos, la organizamos y la informatizamos en la medida que pudimos hacerlo allá por la segunda mitad de los años noventa y además extendimos todo su "color" al exterior de la misma. Grandes murales representando la historia pasada y reciente del Principado de Asturias llenaban los espacios aledaños a la biblioteca.
El color con el que se llenaron los muros y paredes del centro escolar dotaron de vida, sentido y conocimiento a unos pasillos inmensos, fríos e impersonales que hablaban por sí mismos de otros tiempos y animaron a que el centro se involucrase en dotar también a aquella biblioteca que acababa de nacer de un mobiliario nuevo. Mobiliario que junto a otros pequeños logros se fueron consiguiendo también.
Todo este trabajo lo desarrollé durante aproximadamente unos tres cursos escolares y dentro de un horario lectivo que se completaba con mi plaza de Educación Musical.
Hasta aquel instante no había surgido ningún problema, pero pronto comenzó a haberlos.
Cuando los centros educativos se rigen por relación de "fuerzas o amistades" como si de un parlamento político se tratase y además los criterios de conveniencia y educativos no prevalecen sobre los primeros entonces se entiende muy fácilmente lo que creo se puso de moda por aquellos años en la convivencia profesional del profesorado. Una convivencia salpicada en muchas ocasiones por "atropellos y acosos" de unos compañeros hacia otros.
Eso fue ni más ni menos lo que mi trabajo recibió de la colectividad: atropello y vulneración de mis derechos profesionales.
Sí; todo el trabajo realizado por mis dos alumnos tutelados y un servidor fue "hurtado democráticamente" para ser entregado dócilmente a un grupo de maestras que no habían participado en absoluto en la puesta a punto de la nueva biblioteca y que se dedicaron desde entonces [utilizando indignamente "su condición femenina"] a afearme la conducta y a construir un perfil sobre mi persona que fuese puesto en cuestión tanto por el resto de la "comunidad educativa" como por la superioridad.
Era ni más ni menos que una estratagema urdida por ellas para tapar el atropello cometido contra mi persona y por supuesto contra el resultado de mi trabajo de casi tres años. Era el tiempo en que en la enseñanza se pusieron de moda los "defensores de las formas", más creo que en nada defensores de la ética y la moralidad profesional o cívica. Aún menos de la honestidad profesional.
¿Qué habían hecho ellas? Absolutamente nada ¿Por qué se consintió desde la dirección del centro de enseñanza tal atropello? Porque las docentes en cuestión formaban parte del Consejo Escolar y eran por tanto un apoyo vital para el sostenimiento de la directora. ¿Por qué se vulneraron mis derechos? Porque yo ni formaba parte del Consejo Escolar ni me dedicaba a "politiquear" en el centro de trabajo y me limitaba a ejercer mi profesión intentanto ser excelente.
Sin saberlo ejercí durante tres años un trabajo de esclavo para la colectividad para que más tarde "estas ocultas capataces" me lo arrebataran sin el más mínimo atisbo de sonrojo o vergüenza con el consentimiento silencioso del claustro.
Como mostré en un primer momento un profundo rechazo a esta decisión comenzaron a acusarme de dar malas contestaciones, a informar a la inspección de que era un compañero conflictivo y un montón de cosas mas dirigidas a desvirtuarme como persona y como profesional y crear así un ambiente propicio para solicitar la mediación de la inspección y poder incoarme un expediente administrativo. Todo con el objetivo de callarme y tapar su atropello.
Siendo éste el "panorama profesional" de aquel tiempo y en evitación de denuncias sostenidas con falsos testimonios tuve que autoprotegerme varias veces "refugiandome" en bajas médicas.
Bajas que en ocasiones fueron sugeridas por algunos miembros de la inspección educativa al confesarme en "petit comité" que desde arriba no podían hacer nada para defenderme.
A partir de entonces dí por perdida la guerra de la biblioteca al encontrarme sólo ante el poder "del grupo" que no atendía a derechos individuales y comencé, para apartarme de la biblioteca, otra nueva formación en Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación y también una segunda en el aprendizaje de lenguas extranjeras.
Hacía muchos años ya, desde 1979, que mi curiosidad de maestro había recalado en el mundo de los ordenadores. En 1983, por ejemplo, impartía alguna clase "rara" de informática a chicos de trece años en un pueblo de Galicia y en 1984 programaba y preparaba en Basic una tabla de multiplicar autocorrectiva para alumnos de ocho años con un humilde y sencillo Commodore 64 conectado a un televisor viejo.
Sin embargo en la segunda mitad de la década de los ochenta me alejé de ese mundo tecnológico en la esperanza de que el entorno gráfico y de trabajo de las máquinas mejorasen un poco puesto que hasta el momento su manejo no era para nada intuitivo y fácil como lo es hoy en día y por tanto dificultoso para trabajar con chicos. Este paso adelante llegó por fín en la segunda mitad de la década de los noventa, momento en el cual comencé una veloz carrera formativa que me llevó a realizar tres postgrados en la universidad. Dos en Nuevas Tecnologías y uno en Enseñanza del Francés como lengua extranjera. Formación que me serviría años más tarde para llegar a desempeñar tareas de Asesor de Nuevas Tecnologías en otra Comunidad Autónoma distinta a la que me encontraba en ese instante.
¿Encontré la paz laboral?
Pues créanme que no. Se repitió exactamente lo mismo que había pasado en la biblioteca. Me dejaron hacer lo que quería, ya que a nadie le interesaba aquello, y se despreocuparon de todas las acciones que emprendí para tratar de incorporar las Nuevas Tecnologías al aula. Así fue como, por ejemplo, doté al colegio de varios ordenadores antiguos cedidos por la Universidad de Oviedo y como puse de moda la utilización de estos entre el profesorado.
Estaba claro que si en un futuro próximo se incorporaba esta enseñanza en las escuelas y colegios, la persona que se había encargado de ésta debería emprender estas acciones educativas.
¡Pues no! ¡De nuevo el poder del "grupo" sobre el individuo innovador! ¡Y otra vez marginado!
Para evitar conflictos me refugié en mi ocupación primera que era la educación musical y me dediqué a cubrir las guardias en los días que faltaba algún compañero o compañera. Tarea que nadie quería y me tuve que contentar con continuar de forma privada mi formación tanto tecnológica como lingüistica. Una formación que pagué de mi bolsillo y a la cual le puse infinidad de horas de estudio, robadas tanto al sueño, como a los fines de semana. Estaba convencido de que todo el esfuerzo que pusiera a partir de ese momento en mi formación era baldío de cara a mi profesión pero no en cuanto a mi formación como ciudadano y docente. Por eso continue estudiando a pesar de que era consciente de que en un futuro, por muy competente o innovador que llegara a ser, jamás podría vencer al "poder del grupo". Estaba solo y a los solitarios en la enseñanza por muy buenos o útiles que sean estos siempre se les acaba imponiendo "las formas" del grupo interesado, aunque éste no sea en absoluto competente.
Como ya no molestaba a nadie cesó la presión de los otros sobre mí, pero sin verlo ni comerlo hubo un conflicto con otra maestra a la cual "el grupo" intentó también hurtarle sus derechos y entonces de nuevo la convivencia se desmandó.
Recuerdo que durante muchos meses tuve que acompañar a esta compañera por los pasillos del colegio cuando salíamos del recinto para dirigirnos a nuestras casas pues era en este período de tiempo cuando "los otros" [no todos] aprovechaban para insultarla y vejarla. Incluso llegaron a levantarse irregularmente de un claustro convocado oficialmente para humillarla y dejarla sola, haciéndole ver que estaban todos en contra de ella. Algo que es a todas luces ilegal. La denunciaron no sé muy bien por qué y lograron que la suspendiesen de empleo y sueldo durante unos meses.
Meses que la perjudicada utilizó para poner su caso en manos de un eminente abogado ovetense, don Raúl Bocanegra, el cual revirtió la situación de atropello y obligó a la Consejería de Educación del Principado a enviar a la Alta Inspección Educativa al colegio para instruir realmente lo que allí había pasado.
Fue en esas declaraciones realizadas delante de la Alta Inspección Educativa donde tan sólo dos profesores declararon lo que en verdad había ocurrido, contradiciendo lo que decía "el gran grupo". Estos dos profesores declararon que el Claustro había actuado de forma irregular contra la maestra sólo por el hecho de que ésta no era de su agrado y por supuesto que la profesora en cuestión no era ni mucho menos lo que el gran grupo decía.
Uno de esos dos profesores que "llevaron la contraria al gran grupo" imagínense Vds. quién era.
La maestra fue exonerada de responsabilidades y repuesta en sus funciones con todo tipo de parabienes, sin embargo y que yo recuerde, no se actuó contra aquellos y aquellas que habían propiciado tal conducta de intolerancia grupal.
La maestra, despechada, era ahora la que en los pasillos de la escuela hería con sus comentarios a las personas que sabía habían inducido al gran grupo a adoptar conductas intolerantes contra ella y era yo, si me encontraba en el lugar, el que mediaba siempre en aquellos "malos quereres" de mujeres sin conseguir muchas veces el poner paz en aquel "gallinero".
No me pregunten ni cuándo, ni cómo, ni por qué, la situación cambió de dirección y comencé a ser yo el centro de todas las iras de aquel grupillo manipulador. Imagino que en parte fue debido al testimonio que presenté delante de la Alta Inspección Educativa y que beneficiaba claramente a la compañera enjuiciada y en parte también por aquello de "eliminar testigos molestos y no afectos al gran grupo". El caso es que mi vida y mi trabajo se convirtieron en un infierno. Sufrí incluso, a la salida del colegio, el ataque de dos jóvenes a los cuales no había visto en mi vida y a los que jamás impartí clase alguna. Sólo recuerdo que me dirigía a subir al autobús para regresar a mi casa y ante una llamada de alguien que estaba a mi espalda me giré para ver de quién se trataba. La contestación fueron dos puñetazos contra mi rostro.
Presenté denuncia, por supuesto, y me ví abandonado por la Administración Educativa que se lavó descaradamente las manos al igual que hizo la dirección del centro por lo que mi abogado me aconsejó en evitación de males mayores, que no reconociese a aquellos dos individuos delante del juez. Con mucho dolor de mi corazón así lo hice. No los reconocí y allí murió aquella historia de la agresión contra mi persona.
Aunque nunca más se produjo otra agresión como la narrada, mi estancia en aquella escuela se volvió insoportable. Daba igual que notificase o pidiese protección a la Administración. Además parecía carecer de importancia lo que había hecho de bueno para aquella escuela e importaba bien poco que mis alumnos y alumnas me quisiesen. Era exactamente igual que estuviese de baja para escapar de aquel suplicio o que estuviese de alta e intentase escapar de los líos que otras personas organizaban únicamente para beneficio suyo. Nadie se dignaba a echarme una mano y en medio de esa soledad y de ese nerviosismo y temor que inyectaron a mi vida profesional y personal otro suceso importante iba a producirse que cambiaría mis objetivos personales y profesionales: El hundimiento del PRESTIGE.
Desgraciadamente había olvidado los consejos dados a Totó e imagino que movido también por la urgencia de huir del lugar donde se me maltrataba laboralmente decidí regresar a La Coruña para dar lo mejor de mí tanto social como profesionalmente.




